Eno, un maestro chino, estuvo trabajando bajo la tutela de su maestro. Cuando Eno acudió a su maestro, el maestro dijo: «¿Para qué has venido aquí? No hay necesidad de venir a mí.» El no podía entenderlo. Eno pensó que todavía no estaba listo para ser aceptado, pero el maestro estaba viendo otra cosa. Estaba viendo su aura en expansión. Estaba diciendo esto: «Incluso si no vienes a mí, la cosa está destinada a suceder tarde o temprano, en cualquier parte. Ya estás en ello, así que no hay necesidad de venir a mí.»
Pero Eno dijo: «No me rechaces.» Así que el maestro lo aceptó y le dijo que fuera justo detrás del monasterio, a la cocina del monasterio. Era un gran monasterio de quinientos monjes. El maestro le dijo a Eno: «Simplemente ve detrás del monasterio y ayuda en la cocina, y no vuelvas a venir a mí. Cuando sea necesario, yo iré a ti.»
A Eno no se le dio ninguna meditación, ninguna Escritura que leer, estudiar o sobre la que meditar. No se le enseñó nada, simplemente fue mandado a la cocina. Todo el monasterio trabajaba. Había pandits, eruditos, y había meditadores, y había yoguis, y el monasterio entero se quedó pasmado. Todo el mundo estaba trabajando y este Eno estaba simplemente limpiando arroz y haciendo el trabajo de la cocina.
Pasaron doce años. Eno no volvió al maestro porque eso no estaba permitido. Esperó, esperó, esperó..., simplemente esperó. No era considerado más que un sirviente. Los eruditos venían, los meditadores venían, y nadie le prestaba siquiera ninguna atención. Y había grandes eruditos en el monasterio.
Entonces el maestro anunció que su muerte estaba próxima, y ahora quería designar a alguien para que tomara su lugar, así que dijo: «Los que piensen que están iluminados deberán componer un pequeño poema de cuatro líneas. En esas cuatro líneas deberéis poner todo lo que habéis ganado. Y si apruebo algunos poemas y veo que las líneas muestran que ha sucedido la iluminación, elegiré a alguien como mi sucesor.»
Había un gran erudito en el monasterio, y nadie intentó hacer el poema porque todos sabían que iba a ganar él. Era un gran conocedor de las escrituras, así que redactó cuatro líneas. Esas cuatro líneas eran así..., su significado era éste: «La mente es como un espejo, y el polvo se acumula sobre él. Limpia el polvo, y estás iluminado.»
Pero incluso este gran erudito tenía miedo, porque el maestro lo sabría. Él ya sabe quién está iluminado y quién no. Aunque todo lo que ha escrito es hermoso, es la esencia misma de todas las escrituras -la mente es como un espejo, y el polvo se acumula sobre él. Limpia el polvo, y estás iluminado-, éste era el fondo de todos los Vedas, pero sabía que eso era todo lo que era. Él no había sabido nada, así que tenía miedo.
No fue directamente al maestro, pero por la noche fue a la cabaña, a la cabaña de su maestro, y escribió las cuatro líneas en la pared sin firmarlas, sin ninguna firma. De esta manera, si el maestro les daba el visto bueno y decía: «Muy bien, esto está en lo cierto», entonces él diría: «Las he escrito yo.» Si decía: «¡No! ¿Quién ha escrito estas líneas?», entonces permanecería en silencio, pensó.
Pero el maestro las aprobó. Por la mañana, el maestro dijo: «¡Muy bien!» Se rió y dijo: «¡Muy bien! Quien haya escrito esto es un iluminado.» De modo que todo el monasterio empezó a hablar de ello. Todos sabían quién lo había escrito. Estaban debatiendo y valorando, y las líneas eran hermosas, realmente hermosas. Entonces algunos monjes fueron a la cocina. Estaban bebiendo té y charlando, y Eno les estaba sirviendo. Oyó lo que había sucedido.
En cuanto oyó esas cuatro líneas, se rió. Así que alguien preguntó: «¿Por qué te ríes, tonto? Tú no sabes nada; durante doce años has estado sirviendo en la cocina. ¿Por qué te ríes?» Nadie le había oído reírse antes. Lo consideraban un idiota que ni siquiera podía hablar. Así que dijo: «No sé escribir, y tampoco soy un iluminado, pero estas líneas están equivocadas. Así que si alguien viene conmigo, dictaré cuatro líneas. Si alguien viene conmigo, las puede escribir en la pared. Yo no sé escribir; no conozco la escritura.»
De modo que alguien lo siguió, en plan de broma. Acudió un tropel de gente y Eno dijo: «Escribe: No hay mente y no hay espejo, así que ¿dónde se puede acumular el polvo? Quien sabe esto está iluminado.»
Pero salió el maestro y le dijo: «Estás equivocado», a Eno. Eno le tocó los pies y volvió a su cocina.
Por la noche, cuando todos dormían, el maestro vino a Eno y dijo: «Estás en lo cierto, pero no podía decirlo delante de esos idiotas; y eso es lo que son, idiotas instruidos. Si hubiera dicho que tú eres designado como mi sucesor, te habrían matado. ¡Así que escápate de aquí! Tú eres mi sucesor, pero no se lo digas a nadie. Y supe esto el día que llegaste. Tu aura estaba creciendo; ésa es la razón por la que no se te dio ninguna meditación. No era necesario. Ya estabas en meditación. Y estos doce años de silencio -sin hacer nada, ni siquiera meditación- han vaciado completamente tu mente, y el aura se ha vuelto completa. Te has vuelto una luna llena. ¡Pero escapa de aquí! Si no, te matarán.
«Has estado aquí durante doce años, y la luz ha estado emanando constantemente de ti, pero nadie lo ha observado. Y han estado viniendo a la cocina, todos han venido a la cocina todos los días, tres o cuatro veces. Todos pasan por aquí; por eso te puse en la cocina. Pero ninguno ha reconocido tu aura. Así que escápate de aquí.»